Si manipular es hacer cambios o alteraciones en una cosa interesadamente para conseguir un fin determinado, yo me pregunto entonces desde hace exactamente cuánto tiempo que todos aprendimos a manipular. Partiendo de que todos nos movemos por interés, y que es bueno velar por ellos. Pero a veces tratamos de llevar a otros en una única dirección: la nuestra y nos olvidamos de los otros, disfrazando nuestras propuestas y envolviendolas en determinadas frases “es lo mejor para ti” o ” lo hice pensando en ti”.
¿De dónde viene esta forma de actuar, cómo la aprendimos?
Podríamos decir que este aprendizaje viene en gran parte ya desde la infancia. Lo aprendemos inconscientemente de la mano de los adultos que nos rodean. Lo vemos, sentimos y escuchamos a través de algunas conductas de los profesores o padres, o de esos adultos que durante los primeros años de vida del niño son una segunda piel…
Parece ser que en muchos momentos los adultos piensan que los niños no tienen criterio suficientemente válido para decidir sus propios intereses. Por eso el adulto decide muchas veces por el, pensando que su criterio es más válido, el bueno, el mejor para el niño. Y así, de esta manera sin darse cuenta comienzan el juego de la manipulación con las buenas y malas notas. O con el fin de obtener comportamientos ejemplares de los niños de los que ni siquiera ellos son modelo de conducta. Y de esta manera crecen los niños imitando los modelos de relación de sus adultos, llegando a repetir estos patrones de conducta y esta forma de relación con los demás para alcanzar sus intereses personales.
De este modo aprendemos a manipular, haciendo y deshaciendo a nuestro antojo con el único fin de satisfacer nuestro propio interés. Y llevamos esta forma de relacionarnos a cualquier lugar; bares, tiendas y hasta las bibliotecas. Algunos alcanzan tal maestría que se convierten en manipuladores profesionales, porque la práctica de un hábito al final genera pericia.
Todos somos y hemos sido alguna vez manipuladores y manipulados. Y la única forma de sacarnos la espina en salir del rol de ” manipulado” es salir de la posición de víctima y abrir un espacio para la reflexión. Aprendiendo a poner límites y a parar a las personas cercanas que empiezan a pensar, sentir y respirar “solo” por nosotras, con la única finalidad de alcanzar sus propios objetivos.
La diferencia entre manipular y actuar “desde mí , pensando en el otro” es esa precisamente. Tú no puedes pensar por el otro, puedes compartir, hablar, generar un espacio donde el otro y tú os expreséis. Un lugar desde donde llegar a acuerdos que realmente contemplen el bien común expresado por los dos. Y desde ahí construir conjuntamente. Y si esto no surge así, si no damos espacio al otro para que se exprese, volvemos a la manipulación…