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No sé si en algún momento habrás puesto la atención en la cantidad de veces en el día que das al interruptor de «on» para conectar lo de fuera: la luz, el agua, aire acondicionado, plancha, lavadora, secador…También estás a solo un click de las redes sociales, de sumergirte en algún programa de la televisión, de encender teléfonos, móviles ordenadores, tablets…

Conectar con lo de fuera es fácil… Nuestro mundo está hecho para ello… Es divertido salir hacia el exterior. Además es donde siempre solemos estar porque es algo cultural y sobre todo está bien visto…

Pero en ese conectar hacia fuera a veces cometemos el error de desconectarnos de nosotros mismos, a veces damos un click de “on” a lo de fuera para hacer un «off» a lo de dentro… Es como si no pudiéramos vivir con los botones conectados al mismo tiempo… Y aún menos usual,  es la combinación de «off» fuera y «on» dentro, volver nuestros ojos hacia dentro y cambiar nuestra mirada por una mirada interna nos puede producir hasta vértigo…

Necesitamos los momentos de «off «fuera y «off» dentro porque  son nuestros momentos para dormir y descansar, donde nuestro cuerpo activa los mecanismos reparadores, y de la misma manera también necesitamos  momentos de «off» fuera y «on» dentro para visitar nuestros paisajes internos, para conectar con nuestra esencia… Para no olvidarnos de nuestros PARA QUE, y para conectar con nuestros VALORES, que al final son nuestros grandes motores en la vida y que,  con tanto ruido externo en un momento dado corremos el peligro de silenciar.

Cuando encendemos el click interno no entramos en un precipicio en picado como muchas veces podemos pensar… sino en un laberinto en el que podemos encender la luz, un pasaje hacia nuestra esencia... Lo más sagrado, Algo de lo que estamos muy cerca cuando éramos niños y que pronto fuimos olvidando y dejándolo pasar, para rendir pleitesía a otros reinos: la sociedad, la cultura, lo que hay que hacer, lo que dicen que es bueno para mí, etc..

Darle un click a tu botón interno supone conectar con tu soberanía, volver a ser el rey de tu destino, reencontrarte con tus grandes valores para aprender a pilotar tu nave… o como diría Mandela para convertirte en el capitán de tu alma.